jueves, 12 de agosto de 2010

Recuento general (inútil)


Hay muy pocas cosas que a mis veintitontos años no me fallan aún.

El aparato digestivo está en putiza con la gastritis, colitis, salmonela, y cuanta mamada le debo a taqueros, torteros, tamaleros, garnacheros en general, amigos todos. Los pulmones, junto con garganta y tráquea, están a favor del puro que porque no los madrea tan culero como los pinches Marlboro. Quien viene siendo don sistema nervioso central, está obnubilado por una pinche efervescencia hormonal de adolescente tardío que me trae chaqueteando las banquetas.

Los ojos vinieron grandotes y bonitos y bien pendejos (sí, bonitos, ¿qué pedo?). Las papilas gustativas y la lengua no hacen otra cosa que comparar todo con tu piel y sus sabores. Mis manos no encuentran sitio sino en las tuyas. Tu olor y tu pelo son armas de alto calibre contra mi nariz.

Pero si algo me rompe la madre es perder el equilibrio. No hay peor cosa para mis oídos que tu silencio.

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