viernes, 29 de junio de 2012

Consomé.

El consomé (del francés consommé, y a su vez del verbo consommerconsumir en español; significa consumidoreducido.) es un caldo concentrado elaborado con carnes o con pescado(fumet). Por regla general se sirve caliente al comienzo de la comida.

Fuente: De las Cibeles. (Wikipedia, pues).

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Pura MADRE. Es para quitarse la pinche CRUDA

No anden inventando MAMADAS.

Ah... ¡Cómo me caería chingón ahorita uno de esos!

Bendito alimento caldoso que estas ahí después de que uno hizo antes tantas pendejadas.

Ni mi perro es tan fiel, me cae.

<3

Y para que Trejo se encabrone: ; ; ; ; ; ; ; ; ; ; ; ; ;  (only he will get it).

Saludos.


lunes, 11 de junio de 2012

Máquina convertidora de votos 




- “A ver, pues. Repíteme cómo es que funciona esta cosa…” 

En el granero donde los dos hombres conversaban entraba poca luz por entre las rendijas que dejaban las tablas que clausuraban las altas ventanas. Montones de paja estaban apilados en las esquinas y se percibía un fuerte olor a heno y tierra mojada. 

-“Es muy fácil, Enrique. Y no es sólo una ‘cosa’; es una complicada máquina con beneficios reales y tangibles. Ya sabes que ahí está la prueba en las páginas de la historia” 

- “Sí, sí… Una increíble historia del año 2000, ya sé…me la has platicado cuarenta veces. La máquina, entonces. ¿Cómo es que funciona?” 

- “Mira, si te fijas bien, aquí en el extremo izquierdo se ve una válvula por la que introduces los votos. Los votos viajan a través de estos tubos y cables de aquí y llegan a la parte central de la máquina… aquí”. 

Vicente mostró con su dedo índice la zona ‘céntrica’ de la máquina, donde los votos se almacenaban.

- “Ya que los votos están dentro, te acercas al panel de controles de acá…” . 

De nuevo, Vicente señaló con su dedo índice. Era un panel de controles con botones, switches y palancas. 

- “¿Y bueno, eso para qué es?”

- “Cada botón y palanca altera los votos con diferentes premisas” –Prosiguió Vicente. “Por ejemplo, este botón es ‘respuesta a la corrupción’; este otro es para alterar los votos debido a ‘seguro social’; y así, con todos los otros”. 

- “Vicente, estás hablando como rancherote otra vez y no te entiendo” –dijo Enrique, claramente perplejo ante la revelación. 

Vicente volteó a ver a Enrique; este último era bastante más bajito que él y era difícil tomarlo en serio. En palabras del ex-presidente, era un ‘chaparrín cualquiera’. Sin embargo, esta era su última oportunidad y no podía desperdiciarla. Debía controlarse. Tomó aire y lo soltó lentamente. 

- “Enrique, esta máquina logra que los votos que entran se puedan cambiar en opinión. Por ejemplo: los mexicanos en las elecciones del 2000 ya estaban hartos y cansados del gobierno del PRI de los últimos 50 años y es por eso que la máquina logró alterar los votos y salieron a favor de mi partido”. 

Vicente señaló con su dedo una vez más, esta vez hacia una palanca cuya etiqueta leía “respuesta a 30 o más años de robos y malos gobiernos”. 

Enrique, ceñudo, intercalaba su mirada entre la máquina en el centro del granero y de vuelta al rostro de Vicente. Incrédulo, rodeó la máquina y pasó la mano por su superficie, temeroso de que algo ocurriera inesperadamente. Después de darle muchas vueltas a la idea que parecía hasta ése momento insólita, comprendió que lo que decía Vicente era cierto. Ésta máquina era todo lo que le habían contado y mucho más. Las posibilidades eran infinitas. 

- “Gracias a ésta máquina, derrocamos al PRI en el 2000 y desde entonces, el PAN ha logrado mantenerse”, agregó Vicente casualmente. “La versión que corría entre los medios era la de fraude, manipulación del conteo de votos en las casillas y cosas así. Nada de eso; todo se debió gracias a ésta máquina”. 

Como Enrique no decía nada sino mirar la máquina, pensativo, Vicente prosiguió. 

- “En fin… al final del procesamiento, ya que los votos han sido alterados dentro de la máquina, salen por ésa otra válvula del extremo opuesto. El producto final obtenido, es un voto razonado, no sólo un voto al azar, comprado ni mucho menos robado.” 

Por fin, Enrique despertó de su ensimismamiento y se dirigió con voz muy alta y un extraño nudo en la garganta a Vicente. 

- “Y bueno, entonces…” –Se aclaró la garganta. “¿Por qué me la estás regalando? Tu lealtad personal está con el PAN, ¿Qué no?” 

El semblante de Vicente se obscureció con la pregunta. En sus ojos había vergüenza y algo muy parecido al miedo. Tardó unos momentos en contestar. 

- “Pues… sí, Enrique. Sin embargo, a menos que te ayude, la batalla entre el PRI y el PRD va a estar muy cerrada, y si no ganas por un porcentaje suficientemente contundente, nuestro amigazo el ‘Peje’ seguro va a armar un pancho, como la última vez”. 

Enrique alzó una ceja. Vicente sabía lo que cruzaba por su mente en ése momento. 

- “Como comprenderás” –prosiguió Vicente- “no puedo arriesgarme a que Andrés Manuel quede de presidente. Durante mi estancia en el poder, hice de todo por desacreditarlo –y lo hubiera logrado, de no ser por Martita y sus malos consejos- y estoy seguro de que buscará venganza.” 

- “Entiendo”, dijo Enrique. El atisbo de una pequeña pero maliciosa sonrisa apareció en el costado de su boca. “¿Entonces, cómo le hacemos?”. 

- “Quédate con la máquina, y úsala bien. Ésta máquina transformará votos suficientes para asegurar tu ascenso al poder, Enrique. A cambio, sólo quiero que me garantices protección. Para mi y mi familia.” 

- “¿Qué clase de protección?” 

- “De la mejor que puedas conseguir entre tus amistades del norte. Ciertamente mejor que la supuesta protección que se le proporcionó al ‘Jefe’ Diego”. 

Con una carcajada, Enrique resolvió acceder a la petición. 

-“Bien, tenemos un trato, Vicente. Me llevo la máquina y mañana mismo empiezo a tramitar tu protección”. 

-“Perfecto. Toma, viene con un instructivo. Está en inglés...”. 

-“Sí… bueno… dáselo a mi gente, yo no leo”.

martes, 5 de junio de 2012

¿Será?


Para el sol y para el aguaaaa: Eeeeeel paraguas. La mujercita del borachoooo: Laaaa botella. Pórtate bonito o te lleva el coloradito: Eeeeeel diablito... ¡Lotería!

Creo que nunca me gustó esa madre. Me repateaban las rimas, el gritón y perder. No importa si se trataba de matar las esquinas y el centro, la diagonal, o lo que fuera; siempre me quedaba con dos o tres frijoles en la mesa. Además de mi suerte que estaba pa'l perro, siempre me inquietó una casillita de mis tableros, una que siempre quedaba vacía. Aunque me di cuenta desde el principio, terminé acostumbrándome. Jamás le di importancia. Menos ahora que siento que te acercas, con un frijolito en la mano, a mi pecho amarillento: