Mi abuela vive en la playa y acaba de enviudar hace algunos meses. Fui a visitarla.
No sé si sea sólo yo o sea, en efecto, una característica de una generación que ya ha visto todo, pero soy escéptica. No creo. ¿En qué? Ni en el TVGuide. No es sorpresa entonces, que me parezca imposible llegar a querer a alguien así, como para querer compartir vida y carga genética, como para estar dispuesto a llorarle infinitamente en una vejez dolorosa y solitaria. No estoy diciendo que lo de mi abuela no sea cierto, es sólo que creo que yo no sería capaz. Somos seres automáticos, solitarios.
En un anuncio de los 50's los valores eran lo durable. No sé si habrán visto (y aquí si sí lo vieron es cuando me corrigen y me dicen que me ando meando muy fuera de la olla y que es de los 80's) un comercial de un coche que está en una plataforma sobre el mar, llega una ola, llega otra y el coche sigue incorrupto. Tal vez sea de los 60's o principios de los 70's. Son generaciones donde las cosas buenas debían de durar para siempre. Mi abuela, otra vez, usa todavía una licuadora que compró cuando mi papá era niño. Antes todo era para siempre.
Ahora nosotros. Desechables. Diseñamos máquinas para que en un par de años se vuelvan obsoletas, lo nuevo, lo cambiante. Los valores ya no son los mismos. Y sí, las personas no son objetos, pero ¿hasta qué punto nos relacionamos con los objetos en un modo muy similar en el que nos relacionamos con las personas? ¿Hasta que punto rodear a un bebé de animalitos de peluche no es recordar un poco la bestialidad primigenia, no es rodear a nuestra cría de otras crías? No voy a hablar de compromiso, ni de capacidad, sólo de predisposición. Tampoco lo estoy condenando, sólo es algo que pienso, que veo en mí. Nací en un mundo cuyos objetos me dificultan alcanzar las metas que el propio mundo propone como ideales.
O tal vez sólo soy una persona enojada.
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