Ya que andamos con las tripas tan sensibles en estas últimas horas, me toca ahora a mí ponerme críptica e introspectiva. Leyendo el post de Trejo me quedo pensando que hace mucho que no tengo pareja. Así pareja -compañer@ sería la palabra en un slang más antiguo y mucho más comprometido-, que me tome de la mano a veces o con quien caminar con regularidad y luego ir a casa a fumar un porro y dormir empiernados imitando patrones que no sabemos cuándo nos impusieron. Viví con un chico hace dos años, estábamos en otro país, no éramos pareja, pero bien podríamos haberlo sido. Desde entonces nada rutinario, nada apasionado y hambriento. Nada.
Alguna vez, hace bastante tiempo, estuve enamorada de un modo que ahora -palabras valija, siempre palabras valija- me parece inverosímil. Sé que fue así porque dejé testimonio, porque tengo el impulso de registrar todo en cuadernos viejos, en páginas de internet. Ahora dudo poder enamorarme así, involucrarme. No me interesa, me apego a la regla de oro de Carlos y el "primero yo" ha sido una constante importantísima en mis últimos años de vida. Si por ahí viene alguien que se da cuenta que soy la mera onda, chido, sino, también.
Veo a las parejitas en los centros comerciales, a las personas que ponen fotos con sus parejas en Facebook; como definiéndose como una dupla, un par de siameses pegados por algo que no podemos ver. No puedo dejar de pensar en el título de un libro de Kundera, el cuál tilda a los amores de ridículos (claro, que en realidad, más que de amores habla de cotidianidades, ¿pero qué es la idea de un amor bien forjado sino una repetición cotidiana de hechos -la caminata, el porro, el empiernamiento-?), me quedo pensando, pues, en este título y creo que lo ridículo no son los amores en sí, sino todo el aparato que hemos construido a su alrededor. Animales tontos que somos, siempre construyendo alrededor de nuestra química, de nuestro instinto primario.
Me caga hablar de amor y sin embargo aquí ando. Movida por un morbo, por Hollywood y por los mismos libros también, el mismo Kundera y sus pinches personajes que son puras tripas, puro occidente y puro kitsch. Sin embargo, me las arreglo bastante bien sin esos amores ridículos, tengo otros amores que, por lo menos a mí, me parecen menos risibles, más sobrellevables: el cine, la música, los viajes (incluso los más pequeños a la tiendita de la esquina para comprar jugo de Arándano o una caguama solitaria). Esos son, mis grandes amores. Bien sé que están en el mismo sistema de aquel amor que me suena ridículo, que también son clichés y elementos que utiliza o son utilizados por ese amor ridículo. Pero es que, me suena tan absurdo ponerme antes de la música, del cine, de los viajes... aún soy una adolescente enamorada de ellos.
"[...]un par de siameses pegados por algo que no podemos ver[...]" Nice... very nice.
ResponderEliminarAaaah... el amor adolescente.
Sin querer nos fuimos poniendo en el mood. Y eso que yo escribí una simplonada, Carlos refletsionó y Ale se puso impertinente. xD buen post.
ResponderEliminarMujer... me he enamorado de tus letras.
ResponderEliminarSharon
Un gusto saber que atraemos tambien al publico lector heteroflexible. Saludos.
ResponderEliminarGracias, :) qué chido que te haya gustado. Acá seguiremos escribiendo cosillas.
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